martes, 2 de diciembre de 2008

La zorra que nunca había visto un león.

Había una zorra que nunca había visto un león.

La puso el destino un día delante de la real fiera. Y como era la primera vez que le veía, sintió un miedo espantoso y se alejó tan rápido como pudo.

Al encontrar al león por segunda vez, aún sintió miedo, pero menos que antes, y lo observó con calma por un rato.

En fin, al verlo por tercera vez, se envalentonó lo suficiente hasta llegar a acercarse a él para entablar conversación.


En la medida que vayas conociendo algo, así le irás perdiendo el temor. Pero mantén siempre la distancia y prudencia adecuada.

La zorra y la serpiente.

Se encontraba una higuera a la orilla de un camino, y una zorra vio junto a ella una serpiente dormida.

Envidiando aquel cuerpo tan largo, y pensando en que podría igualarlo, se echó la zorra a tierra al lado de la serpiente e intentó estirarse cuanto pudo. Tanto esfuerzo hizo, hasta que al fin, por vanidosa, se reventó.


No imites a los más grandes, si aún no tienes las condiciones para hacerlo.

El águila y los gallos.

Dos gallos reñían por la preferencia de las gallinas; y al fin uno puso en fuga al otro.

Resignadamente se retiró el vencido a un matorral, ocultándose allí. En cambio el vencedor orgulloso se subió a una tapia alta dándose a cantar con gran estruendo.

Más no tardó un águila en caerle y raptarlo. Desde entonces el gallo que había perdido la riña se quedó con todo el gallinero.


A quien hace alarde de sus propios éxitos, no tarda en aparecerle quien se los arrebate.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Tres fábulas de Esopo

En esta primera entrega ponemos a tu consideración tres fábulas escritas por este filosofo que encontro a traves de los animales la manera de dejarnos sus enseñanzas.

El águila, el cuervo y el pastor.


Lanzándose desde una cima, un águila arrebató a un corderito.

La vio un cuervo y tratando de imitar al águila, se lanzó sobre un carnero, pero con tan mal conocimiento en el arte que sus garras se enredaron en la lana, y batiendo al máximo sus alas no logró soltarse.

Viendo el pastor lo que sucedía, cogió al cuervo, y cortando las puntas de sus alas, se lo llevó a sus niños.

Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y él les dijo:- Para mí, sólo es un cuervo; pero él, se cree águila.


Pon tu esfuerzo y dedicación en lo que realmente estás preparado, no en lo que no te corresponde.
El águila, la liebre y el escarabajo.


Estaba una liebre siendo perseguida por un águila, y viéndose perdida pidió ayuda a un escarabajo, suplicándole que le ayudara.

Le pidió el escarabajo al águila que perdonara a su amiga. Pero el águila, despreciando la insignificancia del escarabajo, devoró a la liebre en su presencia.

Desde entonces, buscando vengarse, el escarabajo observaba los lugares donde el águila ponía sus huevos, y haciéndolos rodar, los tiraba a tierra. Viéndose el águila echada del lugar a donde quiera que fuera, recurrió a Zeus pidiéndole un lugar seguro para depositar sus huevos.

Le ofreció Zeus colocarlos en su regazo, pero el escarabajo, viendo la táctica escapatoria, hizo una bolita de estiércol, voló y la dejó caer sobre el regazo de Zeus.

Se levantó entonces Zeus para sacudirse aquella suciedad, y tiró por tierra los huevos sin darse cuenta. Por eso desde entonces, las águilas no ponen huevos en la época en que salen a volar los escarabajos.


Nunca desprecies lo que parece insignificante,pues no hay ser tan débil que no pueda alcanzarte.
El águila de ala cortada y la zorra.


Cierto día un hombre capturó a un águila, le cortó sus alas y la soltó en el corral junto con todas sus gallinas. Apenada, el águila, quien fuera poderosa, bajaba la cabeza y pasaba sin comer: se sentía como una reina encarcelada.

Pasó otro hombre que la vio, le gustó y decidió comprarla. Le arrancó las plumas cortadas y se las hizo crecer de nuevo. Repuesta el águila de sus alas, alzó vuelo, apresó a una liebre para llevársela en agradecimiento a su liberador.

La vio una zorra y maliciosamente la mal aconsejaba diciéndole:--No le lleves la liebre al que te liberó, sino al que te capturó; pues el que te liberó ya es bueno sin más estímulo. Procura más bien ablandar al otro, no vaya a atraparte de nuevo y te arranque completamente las alas.


Siempre corresponde generosamente con tus bienhechores, y por prudencia mantente alejado de los malvados que insinúan hacer lo incorrecto.